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Lunes, 12 may 2014

La obesidad como problema político


La obesidad como problema político

Artículo de opinión por Lda. María Mercedes Alayón

La obesidad es pensada en nuestros días como un problema estético que además es fruto del comer mucho y el ser flojo. Es vista como una decisión que tomamos a cada bocado de manera consciente. Es además presentada por los medios de comunicación, como una jocosidad,  ser “gordito” es ser bonchinchero,  popular entre los amigos, echador de broma; el comer en exceso en reuniones familiares o rumbas, no es mostrado como un problema que conduce a obesidad y enfermedades, sólo produce malestar estomacal que se soluciona acudiendo a una pastillita para que la persona siga atragantándose.

El sistema capitalista nos impone la idea de que es nuestra culpa ser gordos o gordas, que no tenemos suficiente fuerza de voluntad y caemos constantemente en tentaciones (además del paradigma de que somos flojos), paradójicamente nos vende la idea de que “si podemos”, al mostrarnos a la modelo que come chucherías, cerveza y sigue igual de “buenota”, entonces es que somos tan tontos que no podemos tomar decisiones sobre nuestra vida, o ¿pasa algo más?

Lejos de ser un problema individual, las crecientes tasas de obesidad, nos hacen un llamado a la reflexión sobre nuestro pasivo rol ante el sistema capitalista, sistema que satura los mercados de alimentos y a la publicidad, volviéndolos obesogénicos, caracterizados por la presencia de grasas, frituras, chucherías, jugos, refrescos, de fácil acceso físico y económico (en cualquier esquina se consigue un kiosco con todos estos elementos reunidos) que no nos dan tregua, que nos hacen seguir y seguir consumiendo, que desprecia nuestra cultura alimentaria tradicional (porque es más cacheroso tomarse un refresco de dieta que un jugo de guayaba con papelón) que nos vende un ideal de felicidad, que su producto nos hace la vida más fácil, y en cambio nos mete en un círculo vicioso de enfermedad que ataca primero a nuestros hijos e hijas, que nos condenan a ser adultos enfermos dependientes de fármacos que son un gran peso para las economías familiares y nacionales por los gastos en salud, además del rol contaminante hacia el planeta por todos los desechos que este seudosistema alimentario genera.

Necesario es entonces un cambio de consciencia, un rol activo y promotor de nuevos hábitos protectores ante esta pandemia de escala mundial. La idea no es que todos seamos una copia de algún modelo impuesto, la idea primero es aceptar nuestra estética de manera saludable, empezar a ser críticos ante el bombardeo constante de la publicidad que arrasa con todo  borra nuestras memorias, olvidando nuestros orígenes.  Empezar por enjuiciar lo que nos llevamos a la boca y el porqué lo hacemos, valorar nuestra cultura alimentaria y hacerla nuestra aliada para derrotar lo extraño, que hoy no sentimos que nos daña, pero que silenciosa y lentamente nos está matando.

Empezar ya a ser consientes sobre lo que nos comemos para nuestro bienestar y no para satisfacer nuestros gustos personales y ego es ya un avance, la comida debería ser nuestra medicina pero lamentablemente estamos convirtiéndola en nuestro veneno, no podemos ser cómplices inertes del proceso capitalista. Ante esta situación actívate por el vivir bien.

Existen aliados y enemigos en esta lucha contra la gordura, la fatiga y la muerte; en muchos países se aplican políticas públicas desde el Estado que son necesarias pero no suficientes ya que no hay un cambio radical en los sistemas económicos y sociales. En Venezuela tenemos suerte de contar con un proceso revolucionario que prioriza lo humano por encima del capital y los esfuerzos desde el Estado se están realizando, pero falta algo que activar: Tú mismo, no sólo para cambiar tu peso corporal sino para derrotar ese sistema que nos aliena, enferma y mata.

De lado y lado hay alimentos y prácticas, los enemigos son los pro obesidad:  el sedentarismo, el consumo de frituras, alimentos ricos en azúcares como refrescos, jugos pasteurizados y golosinas; la apatía, la flojera para hacer una lonchera (dormir cinco minuticos más y comprar el almuerzo en una cadena de comida rápida), debemos identificarlos y eliminarlos de nuestras vidas de forma radical o paulatina depende de nuestro ritmo, solo con este cambio respiraremos mejor, aliviaremos nuestro presupuesto familiar, pondremos amor como ingrediente en la lonchera de nuestros hijos e hijas.

El otro lado de esta lucha es identificar e incorporar a nuestra vidas nuevas prácticas que nos protegen de la obesidad, añadir más color a nuestra comida con frutas tropicales, comiendo más granos, ñame, plátano, batata y yuca, valorar lo que el campesino y campesina siembran, planificar tu compra de alimentos, preparar nuestros alimentos en casa, integrar a nuevos miembros de la familia en la compra y preparación de los mismos, ser críticos y autocríticos con lo que nos llevamos a la boca, ¿será que sólo nos estamos dando un gustazo?, ten presente que el alimento está hecho para saciar nuestra hambre y nutrir nuestro cuerpo, y con eso nos daremos el gustazo de vivir bien y estar sanos por muchos años.

Publicado por en Alimentación para el Vivir Bien 1994

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